Page 36 - Una vida dedicada a la enseñanza
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María miró a su alrededor, tratando de imaginar a una joven
            Margarita jugando y riendo en ese mismo lugar. —Abuela, ¿alguna
            vez pensaste en ser maestra?, –preguntó María, aún con la emoción
            del día en su mente.


            Margarita sonrió, sus ojos se iluminaron con un brillo nostálgico.
            —Cuando era joven, la idea de ser maestra no era tan común para
            las mujeres de mi tiempo. Pero siempre me ha encantado contar
            historias, compartir experiencias y enseñar lo que sé. Aunque nunca
            fui a una escuela formal para ser educadora, siempre sentí que de
            alguna manera, lo era.

            María, reflexiva, dijo: —hoy, al compartir las leyendas y ver la
            reacción de todos, sentí algo especial. Como si hubiera encontrado
            un propósito. Quiero que más personas conozcan nuestra cultura,
            nuestras historias.


            Margarita, tomando la mano de María, la miró con cariño y afirmó:
            cada persona tiene una manera de enseñar, y no siempre se necesita
            un título para hacerlo. Hoy, mostraste tu pasión y tu amor por
            nuestra cultura, eso querida, es lo que hace a una gran maestra.


            Caminaron juntas, perdidas en sus pensamientos y en el calor de su
            vínculo compartido. Las estrellas comenzaban a aparecer en el cielo,
            y las luces de Guanajuato brillaban aún más, reflejando la promesa y
            el potencial del camino que María estaba comenzando a descubrir.


            El  paseo  nocturno  continuó  por  los  rincones  más  emblemáticos
            de Guanajuato. A cada paso, Margarita compartía una anécdota o
            rememoraba alguna memoria de su juventud. No había esquina ni
            callejón que no guardara una historia, un susurro del pasado que
            esperaba ser contado.











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