Page 40 - Una vida dedicada a la enseñanza
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—¿Ves ese árbol allí?,  –preguntó Margarita, señalando un
                  frondoso laurel que dominaba la plaza. Cuando era niña, solía
                  treparlo y mirar todo desde arriba. Desde allí podía ver el ir y
                  venir de la gente, y soñar con todas las aventuras que tendría
                  algún día.


            María sonrió ante la idea de su abuela trepando árboles y espiando
            el mundo desde las alturas. —¿Y cuáles eran esos sueños, abuela?


            Margarita  se  quedó  pensativa  por  un  momento,  recordando.
            Soñaba con viajar, con conocer otros lugares, pero luego, me
            di cuenta de que no necesitaba ir lejos para vivir aventuras.
            Guanajuato tenía suficientes historias y misterios por descubrir.
            Y, además, aquí encontré el amor, formé una familia y construí mi
            vida.


            La conversación fluyó mientras seguían caminando, y Margarita
            compartió  anécdotas  de  su juventud, algunas divertidas,  otras
            conmovedoras. Cada relato era un hilo que tejía la rica tapizaría
            de su vida y mostraba a María el poder de las  historias y cómo
            éstas podían influir, y dar forma a las decisiones y caminos de una
            persona.


            Esa tarde, María no sólo aprendió sobre el pasado de su abuela, sino
            que también comenzó a comprender la importancia de las raíces,
            las tradiciones y la comunidad en la construcción de la identidad
            de uno mismo. Una sensación cálida la envolvía, fortaleciendo el
            vínculo entre ambas generaciones y profundizando su conexión
            con el lugar que llamaban hogar.


            Al caer la tarde, se encontraron en un pequeño café cerca del teatro
            Juárez. El aroma del café recién hecho se mezclaba con el del pan
            dulce, creando una atmósfera acogedora que invitaba a quedarse.
            Mientras esperaban sus bebidas, Margarita comenzó a hojear un
            viejo periódico local que alguien había dejado en la mesa.






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