Page 49 - Una vida dedicada a la enseñanza
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María, vestida con una blusa blanca bordada y una falda larga de
colores brillantes, caminaba de la mano con Margarita, quien llevaba
puesta una mantilla de encaje negro sobre su cabello cano. Ambas
se dirigieron al centro de la ciudad, donde las ofrendas eran más
grandes y elaboradas, y donde se llevaban a cabo las principales
celebraciones.
Mientras recorrían las calles, María no pudo evitar notar a un grupo de
niños que se encontraban frente a un altar, escuchando atentamente
a una mujer que explicaba la importancia y el significado de cada
elemento del altar. La mujer, con una voz suave pero apasionada,
hablaba sobre la sal, el agua, las flores de cempasúchil y las calaveritas
de azúcar, y cómo, cada uno de estos elementos tenía un propósito
específico en el altar.
María se sintió atraída por la forma en que la mujer transmitía la
información. Podía ver la chispa de interés en los ojos de los niños, y
cómo absorbían cada palabra, cada detalle. Aquel momento reforzó
aún más su deseo de convertirse en educadora.
—La educación no sólo se da en las aulas, María, –susurró
Margarita, notando el interés de su nieta. A veces, las lecciones
más importantes se dan en las calles, en las plazas, en las casas.
Cada persona que conoces, cada historia que escuchas, es una
oportunidad para aprender y crecer.
Ambas continuaron su recorrido, pero la imagen de la mujer
enseñando sobre el altar quedó grabada en la mente de María. Esa
noche, mientras se acostaba, pensó en todas las formas en que
podría transmitir sus conocimientos y su pasión por la cultura y las
tradiciones mexicanas. Sabía que tenía un largo camino por delante,
pero estaba decidida a seguir los pasos de los grandes educadores
que la habían inspirado, desde el profesor Daniel hasta su propia
abuela Margarita.
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