Page 57 - Una vida dedicada a la enseñanza
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María sabía exactamente qué historia quería compartir. Esa noche,
se sentó con su abuela y juntas escudriñaron álbumes de fotos,
buscando imágenes de Catarino en sus días de minero. Margarita
sacó una vieja lámpara de mina, desgastada por el tiempo, pero aún
brillante, que había pertenecido a Catarino. María decidió llevarla a
la escuela al día siguiente.
Mientras la abuela y María organizaban los objetos y fotos, Margarita
compartió más detalles sobre la vida de Catarino. Habló de sus días
en las minas, de su lucha contra la adicción al alcohol y de cómo,
a pesar de sus fallos, había amado profundamente a su familia. Su
historia era un testimonio de resiliencia y redención, de un hombre
que, a pesar de sus desafíos, había dejado un legado duradero.
María estaba emocionada de compartir esta historia con sus
compañeros. Sabía que sería una manera de honrar la memoria de
su abuelo y de mostrar la rica tapeza de las vidas que formaban la
historia de Guanajuato.
El día de la feria cultural llegó rápidamente. Los patios de la escuela
estaban adornados con coloridos papel picado y banderines, se podía
escuchar música tradicional proveniente de diferentes rincones, y
el olor a comida casera llenaba el aire.
El rincón de historias familiares de Guanajuato atrajo a muchos
visitantes. Habían objetos de todas las edades: un rebozo tejido
a mano, una vieja guitarra, fotografías en sepia de antepasados,
desconocidos para muchos, pero cuyas historias resonaban en el
corazón de aquellos que las compartían.
María colocó cuidadosamente la lámpara de mina y las fotos de
Catarino en un pequeño stand. A su lado, había una tarjeta escrita
a mano que contaba la historia de su abuelo. Muchos se acercaron
a leerla, y algunos profesores y estudiantes mayores compartieron
sus propias historias sobre familiares que habían trabajado en las
minas.
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