Page 28 - De este mundo... y del otro
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Las sorpresas no paraban de llegar, no sé cómo, pero los padres de familia se
            enteraron que se acercaba mi cumpleaños, y aunque caía en fin de semana,
            nuevamente una comitiva me fue a ver para hablar conmigo, me dijeron
            que me iban a festejar el viernes, que ese día deseaban que los acompañara
            a un lugar especial, que por favor no diera clase, que irían por mí a la hora
            de entrada y de allí nos iríamos todos, papás, mamás y niños; y como era
            petición de toda mi comunidad escolar, quién era yo para ir contra los usos
            y costumbres sociales, así que muy gustosa acepté la invitación, sólo me
            pidieron que ese día llevara una bolsa con una toalla y chanclas.


            Los días previos al viernes estuve muy pensativa, no sabía qué sucedería,
            a dónde iríamos, sin embargo, estaba muy contenta porque mis padres de
            familia me harían un festejo, así que mi recorrido por la preciosa vereda
            se hacía muy corto, iba tan pensativa, que no fui consciente de que mi
            trayecto estaba acompañado por un silbidito, que se escuchaba tanto en la
            ida como en la venida, y así, llegó el quinto día de la semana.


            Esa fecha era muy especial, era mi segunda convivencia con los padres
            de  familia,  así que  iba  muy atenta  por  la  vereda,  por  lo  que  ahora  sí
            escuché con claridad ese silbidito que me acompañaba, lo curioso fue que,
            cuando me detenía a buscar de dónde provenía, se dejaba de escuchar y
            cuando caminaba, continuaba, esa armonía que escuchaba era una pieza
            instrumental, se me hacía conocida, pero no lograba recordar el nombre,
            así que me dejé de preocupar y seguí mi camino, escuchando mi música
            de fondo.


            Al llegar  a  la escuela,  ya  estaban  lo  padres reunidos, los niños, como
            siempre, corrieron gustosos a encontrarme, nos saludamos afectuosamente
            y terminamos de llegar, allí los padres hicieron una rueda a mi alrededor
            y me dijeron que en atención a la gran maestra que era, habían decidido
            compartirme algo más de su comunidad, que por eso eran muy cerrados,
            porque tenían que proteger su herencia cultural, yo agradecí y me sentí
            muy honrada, aunque no entendía a qué se referían.


            Me dijeron que íbamos a ir a un lugar secreto, que en el trayecto me irían
            explicando de qué se trataba, así que empezamos a caminar, de entrada,


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