Page 31 - De este mundo... y del otro
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Me dieron tiempo para que siguiera admirando la belleza de la gran ciudad,
            volteaba para un lado, veía hacia el otro, era espectacular. Las mamás
            entre apapachos me decían que esperaban que éste fuera el mejor de mis
            cumpleaños y ya lo había sido desde que nos vimos en la escuela; al mismo
            tiempo que platicábamos continuábamos el camino, en ese momento me di
            cuenta que el río se volvía a escuchar muy cerca, así que caminamos hacia
            la parte de atrás de la pequeña pirámide, como a…, no sé, no muy lejos;
            avanzamos por unos prados en donde había pasto muy verde, y a los lados
            plantas muy hermosas, como si fuera el jardín de sus casas, pues estaba
            muy bien cuidado, y al final, se veía una gran cúpula, como la forma de los
            hornos de pan, nos dirigimos hacia él y de repente los niños empezaron a
            salir de diferentes partes del bosque con leña en los brazos.

            Rápidamente los padres tomaron la leña y la empezaron a acomodar y a
            encenderla, mientras las mamás y los demás niños me condujeron hacia el
            arroyo, muy cerca de donde estaba esa construcción, allí se formaba una
            poza grande con agua muy cristalina a la cual los niños se empezaron a
            meter; en una orilla, de la rama de un frondoso árbol, colgaba un lazo con
            el cual los pequeños se columpiaban y se dejaban caer en el centro de la
            poza, después de que un niño caía, inmediatamente salía columpiándose
            otro, había gritos de alegría, y de repente, se empezó a escuchar a coro
            un grito: –La maestra, la maestra, la maestra; a la vez que una niña me
            entregaba el lazo para que también me aventara.


            Me quedé pensativa al tiempo que avanzaba lentamente hacia ella, como
            dudando en llegar, pero las mamás me dijeron: –Usted aviéntese maestra,
            ahorita le secamos la ropa; así que, sin más ni más y escuchando el grito
            a coro, tomé el lazo, me impulsé caminando hacia atrás y emití un grito
            aventurero, levanté tanta agua al caer, que mojé a las mamás que estaban en
            la orilla y todos reímos a carcajadas, así que al salir de la poza, nuevamente
            fui a reclamar mi puesto en la fila del columpio, pasamos una tarde muy
            agradable.


            Pero las sorpresas no terminaban allí,  después de  un buen rato  de
            chapuzones  y  juegos con  los  niños  y  las mamás, empecé a ver que los
            papás pasaban con unas cubetas de agua rumbo a la gran cúpula, nosotros


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