Page 34 - De este mundo... y del otro
P. 34

Solicitud ineludible




               Estaba por caer la tarde y empezaba a ponerme nervioso, presentía que
            esa noche otra vez iba a suceder, y es que ya llevaba así un buen tiempo, las
            primeras veces fueron muy sorpresivas, pero ahora, me llegaba la sensación
            de que eso iba a pasar, no sé, tal vez comenzaba a tener mayor contacto, a
            percibir un poco más.


            Y a pesar de que ya me ha sucedido muchas ocasiones, pienso que nunca
            me voy a acostumbrar, ni modo, creo que voy a tener que seguir el consejo
            de mi compadre y enfrentar esta situación, sin postergarlo por más tiempo.
            Y es que, aquí en el rancho, el baño está afuera de la casa, no hay manera
            de que me aguante toda la noche, prefiero salir una última vez antes de que
            la negrura invada mi parcela.


            Por más que he tratado de acostumbrar a mi cuerpo a resistir, debo de
            ir al baño una última vez antes de dormir, para descansar tranquilo, y es
            allí cuando la cosa aprovecha, ni modo que mi vieja y mis hijos me vean
            con miedo, soy el jefe de la familia, debo poner el ejemplo de valentía, y si
            sucede algo, soy yo el que debo protegerlos, ser el pilar en el que pueden
            encontrar soporte, así que, ni modo, a sacar la casta.


            Estaba tan metido en mi reflexión, que ni me di cuenta que la Chío me
            estaba viendo fijamente, no sé cuánto tiempo había pasado, hasta que me
            metió un pellizco al tiempo que me decía: —¡Viejo! ¡Te están hablando
            tus hijos! El dolor me hizo reaccionar y traté de disimular, —¿qué pasó?,
            ¿qué pasó?, perdón, pero me quedé pensando en todo lo que voy a hacer
            mañana.

            Mis hijos no lo notaron, se echaron a reír, al tiempo que tomaban otro pan
            para terminar la merienda, traté de entender de qué estaban hablando,
            sin que mi preocupación se fuera de mi mente, ya que escuchaba a lo lejos
            aullar a un coyote, y su aullido era lastimero, no había duda, de que me
            tocaba, me tocaba.




            32
   29   30   31   32   33   34   35   36   37   38   39