Page 29 - De este mundo... y del otro
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atravesamos una parcela con mucha vegetación a los lados, que, de no
            ser porque ellos me llevaban, nunca me hubiera imaginado que por allí
            pasaba una vereda; llegamos a un lugar en el bosque, por donde no se veía
            ese sendero, pero como todos iban muy contentos, los niños corrían, los
            padres platicaban, yo me uní a su alegría.


            Al entrar al bosque, empezamos a subir una colina muy alta, el camino
            hacia zigzag para poder subir, el sol de la mañana atravesaba las ramas
            de los árboles haciendo un espectáculo de luces formidable, y seguíamos
            subiendo. Después de…, no sé cuánto tiempo, llegamos a la cima, dos
            niños me agarraron de las manos y me pidieron que cerrara los ojos, que
            confiara en ellos, yo accedí y me dejé guiar, sentí que avanzamos unos 10
            metros, entonces me acomodaron como para ver hacia un solo lugar, y me
            dijeron: “ahora, abra sus ojos poco a poco, para que no le lastime la luz”.


            Pensé que  habían dicho eso porque  los había tenido cerrados durante
            el último trayecto, así que los obedecí, empecé a abrir poco a poco y…,
            ¡cuánta razón tenían!, frente a mí había un gran resplandor, que hizo que
            los mantuviera entrecerrados, en verdad que lastimaba  la luz, puse mi
            mano frente a mis ojos para evitar el resplandor, al tiempo que les decía:
            “¿qué es eso?”.


            Los niños me tomaron nuevamente de las manos y me movieron hacia
            un lado, me comentaron que allí ya no me lastimaría la luz, entonces,
            pude empezar a ver aquello que resplandecía tanto, era algo que estaba
            empotrado en la pared del cerro, pues en la cima había una parte plana
            y la vereda pasaba a un lado, ahí, había un gran ídolo incrustado, con
            relieves fuera del cerro y en su pecho tenía un pectoral dorado que era
            el que reflejaba la luz, era un espectáculo impresionante, los rasgos de la
            figura eran muy definidos, estaba tan bien conservado que parecía que
            había sido construido recientemente.


            Todos me veían  con mucho orgullo, como presumiendo su gran
            monumento, entonces les pregunté que quién era ese personaje, ellos me
            comentaron que era Xochiquétzal, la guardiana de la ciudad, me quedé
            viéndola detenidamente, era una escultura fenomenal, me acerqué para


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