Page 38 - De este mundo... y del otro
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por los paredones, y en un patio, allí me estaba esperando la señora, junto
            a la flama, como asegurándose que no fallara, llegué, tiré al suelo mis cosas
            y empecé a cavar, sentí como que la noche se había puesto de acuerdo, la
            luna llena alumbraba claramente mi trabajo.

            Escarbé como  15 minutos, el  terreno era  blandito, me ayudó  a llegar
            pronto a mi destino, de repente, la pala chocó con algo duró, entonces,
            me coloqué mi pañuelo, amarrándolo sobre mi nariz, para evitar los gases
            malos, empecé a remover la tierra con mucho cuidado, como dándole la
            vuelta al recipiente, y sí, allí estaba, cada vez más afuera con cada palada,
            hasta que mejor tuve que meter las manos, para no romperla, era una
            gran olla de barro, llena de monedas, la verdad, ni siquiera quise verla
            con detenimiento, lo importante era sacarla e irme lo más pronto posible,
            porque la señora no se había apartado ni un momento.


            Terminé, con gran esfuerzo la puse fuera del hoyo, la metí en mi ayate,
            recogí mi herramienta y me enfilé hacia mi casa, al llegar, vacié las monedas
            en el ayate, lo subí al tapanco para que se oreara y fui a aventar lejos la
            olla, como previniendo que no se le fuera a pegar un espíritu que después
            me acosara.

            Domingo, día de  plaza  y de  misa, me  levanté  temprano, agarré  unas
            monedas y tomé rumbo, hacia la ciudad, a ver cuánto obtenía por ellas, me
            fui de espaldas cuando supe su valor, y eso que llevaba sólo unas cuantas,
            regresé a buena hora a la casa, junto con mi familia nos fuimos a la plaza
            del pueblo, en lo que la Chío hacía las compras, le dejé a los niños para que
            cargaran las bolsas, mientras, me fui a la tienda, compré varias veladoras y
            regresé con ellos, al terminar las compras, pasamos a encargar las cosas a
            la tienda grande y nos fuimos todos a misa.

            Se  quedaron asombrados de  que  yo los llevara,  pero no les hice caso,
            entramos a la misa de una y media, con toda devoción fui a prender las
            velas, estuve atento con mi familia. Durante la ceremonia repetía en mi
            mente el nombre de la señora, al tiempo que sentía como mi angustia
            disminuía.




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