Page 41 - De este mundo... y del otro
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nos dejaba platicar qué remedios se usaban en nuestras casas, así, cada
            quien decía lo que en su familia usaban para curar, desde un dolor de
            panza hasta…, no sé…, algo muy peligroso.

            Además, nos platicaba historias de curanderos del rancho que eran visitados
            por muchas personas de otros lados, de personas muy ricas que ya se habían
            cansado de buscar doctores sin que pudieran curarlos, haciéndonos sentir
            orgullosos de nuestra tierra, y cuando en las pláticas escuchaba de una
            hierba o de un remedio que no conocía, rápido lo apuntaba en una libreta
            gruesa que tenía en su mesa, por eso nos daba gusto platicarle de nuestras
            curas, porque además escribía quién lo había dicho y así nuestro nombre
            figuraba en su cuaderno.

            Otra cosa que me encantaba, era que nos enseñaba canciones de nuestro
            idioma, nos gustaban tanto, que cuando las cantábamos, mi voz era la que
            más se oía.


            Y así, en mi ir y venir por el sendero, trataba de identificar si en el bosque
            encontraba una de las hierbas que el maestro nos enseñaba, pero…, no
            dejaba de oír esos ruidos raros, supongo que eran animalitos que corrían,
            debieron de ser muy rápidos, porque no había podido ver a ninguno.


            Una tarde, me di cuenta que, a la hora de la salida, se quedaban los de
            5º y 6º, se me hizo muy raro, pues siempre pensé que todos nos íbamos
            a la misma hora; otro día, lo mismo, dos veces en la misma semana, ¡qué
            extraño!, pero bueno, probablemente se portaron mal o van a participar en
            un evento, pero yo no escuchaba música o algo cuando regresaba a casa,
            ¡qué curioso!

            Un día, durante el recreo lo comenté con Chayito, una compañerita que
            también era de 4º grado y ella me dijo que ya se había dado cuenta, que
            esos niños que se quedaban les decían “los especiales”, y que el maestro
            trabajaba con ellos un tiempo más en la salida,  —¿especiales?, le pregunté,
            —¿cómo es eso?, ella tampoco sabía exactamente, pero me dijo que se
            había dado cuenta que eran los que más comentaban sobre las hierbas
            curativas, sobre las historias de nuestros antepasados, sobre nuestra lengua.


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