Page 44 - De este mundo... y del otro
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me dijo: —corre, todavía te alcanza un poquito de tiempo para que te
            comas tu itacate, corre; le agradecí y me fui rápidamente.


            Cielos, mi corazón latía  muy fuerte, sentía  mucha energía  en  todo  mi
            cuerpo, “iba a ser de los especiales”, no me lo podía creer, ahora sí, Chayito
            y yo teníamos mucho de qué platicar, y si antes no nos alcanzaba el tiempo,
            pues ahora menos; de repente me llegó una idea, y…, ¿le puedo platicar
            a Chayito?, mmm…, pues yo creo que sí, porque el maestro no me dijo
            nada de guardar secretos, y continué caminando hacia el árbol donde nos
            sentábamos a comer nuestro itacate, todavía no llegaba y ya me lo iba
            comiendo.


            La Chayito ya me estaba esperando, y antes de llegar, ya estaba lanzándome
            preguntas, —¿qué pasó Manuelito?, ¿qué te dijo el profe?, ¿te regañó?,
            ¿te  portaste  mal?,  mientras yo,  con una  mano seguía  devorando  mis
            enchiladitas, y con la otra mano le hacía señas de que se tranquilizara,
            aunque ella estaba ansiosa por saber qué había sucedido, hasta me quitó la
            bolsa de mi itacate y me gritó: —“deja de comer y platícame”; así que, me
            pasé mi bocado, tomé aire, y le dije. —no sabes lo que me acaba de pasar,
            y ella, —cuenta, cuenta, no te detengas.

            Y, ¡chinnnn!, que nos llaman para el salón, la Chayito hasta me dio un
            zape, nos levantamos rápido y nos fuimos corriendo al salón, en lo que
            me decía: —pero no te escapas, a la salida nos vamos juntos y me platicas.
            Así, entramos al salón y continuamos con las clases, jajaja, la Chayito ya
            ni ponía atención.


            Al terminar el horario, tomamos nuestras bolsas y salimos del salón, la
            Chayito me agarró del brazo y nos encaminamos hacia la vereda que lleva
            a su casa, para mí no hubo problema, ya había pensado hacer eso, entonces,
            muy gustoso, empecé a decirle, que la verdad ya iba para afuera para que
            ella me terminara de platicar nuestra conversación del día anterior, pero que
            me llamó el maestro y le despepité todo lo sucedido, cada que decía algo,
            a la Chayito se le caía la baba, se quedaba boquiabierta, no daba crédito y
            yo caminaba cada vez más erguido, orgulloso de los acontecimientos.




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