Page 49 - De este mundo... y del otro
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pero que debía aprender a hacerlo solo, además me felicitó, porque en mi
primera transformación, había elegido a mi animal principal, que pude
haber empezado por algo más sencillo.
Yo no podía dar crédito a lo sucedido, me sentía muy feliz y extasiado,
dijo que poco a poco tenía que aprender a controlar mi energía, que
podía cambiar en cualquier animal dependiendo la necesidad, pero que
básicamente, nos transformábamos para ayudar, que éramos energía
buena y que por ello podíamos lograr esos cambios.
Fue allí cuando entendí esos ruidos en los senderos, y antes de preguntar,
el maestro asintió con la cabeza, así es, eran tus compañeros, realizaban
sus prácticas y lo mejor, es que cuando te has transformado, no pierdes
energía, no te cansas, y puedes usar las habilidades del animal que elijas,
es decir, puedes correr a gran velocidad, dar grandes saltos e incluso volar,
y yo, inmediatamente pensé, ¿volar?, yo quiero volar, pero nuevamente el
maestro, —Tranquilo Manuelito, tienes que aprender poco a poco, debes
dominar las habilidades de cada uno de los animales de tierra, antes de
emprender el vuelo, así te conocerás y sabrás tu potencial.
Estaba encantado, fascinado, las siguientes reuniones ni de loco me las
perdía, en ellas realicé transformaciones diferentes, pero también aprendí
a sanar con energía, sobreponiendo las manos en los demás, canalizando;
también comprendí que precisamente para eso era la transformación, para
ayudar a los demás, llegar pronto de un lugar a otro para poder sanarlos.
Y así entendí todas las palabras y reflexiones de nuestras reuniones, los
tres principios, “primero la familia, después mi gente y luego nuestro
ambiente”, además, las frases dichas en diferentes momentos, que llegaron
a mi mente, como si hubieran estado programadas…
Somos animal que deja huella,
somos brisa que traspasa la materia,
somos energía que revitaliza,
somos el ente que no desaparece...
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