Page 50 - De este mundo... y del otro
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Una amistad inolvidable




               Su  timidez  lo había  llevado  a  mantenerse completamente  aislado,
            aunque vivía con una familia muy cariñosa, en un pueblo en donde todos
            se conocían y se hablaban amistosamente, él no había podido entablar tan
            siquiera una plática, mucho menos pensar en tener un amigo.


            Estaba allí, tan solo y con tantas ganas de convivir, pero se sentía diferente,
            se creía distinto, y aunque en la casa había un niño de su edad, no se
            había atrevido a comunicarse, eso sí, por las noches, cuando todos estaban
            dormidos, salía de la cama y se divertía un rato con los juguetes de Pablito.

            Sin embargo, esos ratitos eran muy raros, pues él sentía que jugaba por
            muy poco tiempo y cuando se daba cuenta, el sol estaba saliendo, así que
            tomaba los juguetes que podía y los trataba de poner en el mismo sitio de
            donde los había agarrado, pero, desafortunadamente, Pablito, al levantarse,
            siempre encontraba sus cosas aventadas, aún cuando él era muy ordenado;
            sentía que algo sucedía por las noches.

            Otro de los momentos que le agradaban, era cuando Pablito se iba a la
            escuela, ya que toda la familia tenía que salir a atender sus actividades,
            entonces, la casa era para él, podía estar en cualquiera de las habitaciones
            y jugar con lo que quisiera, no obstante, aunque trataba de dejarlo todo en
            su lugar, nunca le daba tiempo, siempre había alguien que notaba que las
            cosas no estaban en su sitio y él se preguntaba, —¿qué onda con el tiempo?


            Y así pasaban los días, hasta que Pablito se decidió a descubrir qué era lo
            que pasaba, una noche, se hizo el dormido, y se acomodó en una posición
            desde  la  que  pudiera  ver  la  caja  de  juguetes, entonces, cuando la  casa
            se quedó en silencio, claramente  empezó a escuchar una vocecita  que
            expresaba entretenida los diálogos de un juego, pero desde su posición no
            podía alcanzar a ver el rincón de donde se oía esa diversión.


            Así que, con mucho cuidado y tratando de no hacer ruido, se empezó a
            mover sigilosamente en su cama para ver que sucedía, y…, ¡oh!... ¡qué


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