Page 46 - De este mundo... y del otro
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De esta manera fue la bienvenida que me dio el maestro; por su parte, los
            compañeros me estrecharon la mano y…, curiosamente volví a sentir esa
            extraña energía, pero bueno, éramos los “especiales”, qué más se podía
            esperar. Me dijeron sus nombres, me comentaron que me auxiliarían con
            lo que no entendiera, que iba a estar muy contento, pero la verdad, yo ya
            estaba feliz.


            Con la herbolaria, aprendí sobre muchos remedios, tomados y untados, no
            sabía qué tantas cosas se podían hacer, además, cada uno de nosotros debía
            de tener un almácigo en su casa, empezar a hacer prácticas de curación
            y comentarlas en clase; con respecto a las reflexiones del Huehuetlatolli, no
            manches, fabuloso, cuántos consejos, cómo se daba valor a las personas
            mayores, pues se les consideraba como “los sabios”, estaba yo encantado,
            hasta poemas de Nezahualcóyotl me estaba aprendiendo, mi vida estaba
            cambiando y apenas  llevaba  como tres meses. Sobre  todo, ya  tenía
            perfectamente  identificados  los  tres  principios  de  nuestro  grupo:  “Achto
            Tochantlaka, Satepa Notlakaikniua y Satepa in Semanauak”, qué profundidad en
            estos tres puntos.


            En una de mis conversaciones con el profe Helio, le comenté que tenía
            una gran amistad con Chayito, que ella también estaba muy interesada
            en lo que me estaba pasando, que desde antes de entrar a este círculo ya
            habíamos tenido pláticas sobre lo poco que sabíamos de los especiales, pero
            el maestro me dijo que no la podía invitar, que en realidad, el grupo estaba
            compuesto por un grupo selecto de personas, que éramos los elegidos, que
            no se invitaba a cualquiera y que, debido a que había alcanzado un gran
            nivel en el grupo, me iba a comentar cómo era la selección.


            Sucede que esa energía que sentía cuando nos estrechábamos las manos
            era  cierta,  no era  imaginación mía, me platicó que  él  también  tenía
            dones especiales y que muchas personas de esta parte de la sierra, éramos
            descendientes directos de tlatoanis mexicas, por lo cual era nuestro deber
            mantener su sabiduría, por ello, teníamos una energía diferente a la de los
            demás y que él podía identificar el aura de nosotros, por eso nos invitaba,
            éramos elegidos desde el nacimiento.




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