Page 22 - Donde vive la imaginación
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—¡Sí! —gritaron todos y yo, con duda, me uní a su enojo.


            Su ausencia nos sirvió para planear cómo terminar con ella. A Chamarra
            Roja  se le  ocurrió  hacer  pequeños  hoyos a  su tela.  Abrigo  Negro, una
            prenda de botones astutos, convenció a Tijeras de llevar a cabo el plan.
            Cuando regrese Pijamita, las blusas, con un empujón, harán que caiga en
            la mesa junto a Tijeras, y ellas se encargarán del resto.


            En la madrugada me despertó uno de mis botones, creo que está a punto
            de zafarse y un estornudo no resistiría. Con el estrés de todo lo que sucede
            no puedo evitarlo. En la obscuridad del armario la luz de la recámara
            entra flaquita por una abertura. De pronto, vi una mano lanzar a Pijama
            Rosa de Franela; cayó justo en la mesa cerca de las Tijeras. Con la poca luz
            pude ver que su color había cambiado. Ahora era completamente blanca,
            ya no tenía lunares de colores.


            Me acerqué a ella para preguntarle qué fue lo que le pasó. Lo hice en
            voz baja para no despertar a las otras prendas. Con lágrimas en su tela,
            me contó que la lavaron con vinagre, sal y un jabón duro, sintió que se
            ahogaba, intentó salir estirando sus hilos, no pudo. Se disculpó por ser la
            culpable de las ronchitas, ya que su tela estaba infestada por ácaros y le
            provocaban mal carácter.


               —Por eso Dolores tenía mucha comezón —dijo llorando—, soy una fea
                  y mala prenda, merezco ser tirada a la basura.


            No soporté verla llorar. Estaba destrozada y mis palabras sólo empeorarían
            las cosas. Tengo que decirles a los demás, me dije, pero uno de mis botones
            salió volando y después me desvelé buscándolo.

            A la mañana siguiente me despertaron unas risas y entonces vi a Pijama
            Blanca llena de agujeros. Por quedarme dormido no pude contarles lo que
            le había sucedido. Dolores entristeció cuando la vio rota. Su mamá, para
            alegrarla, hizo con su tela una diadema, un cinto y un gorro, los cuales no
            tardaron en ir a parar al calabozo que tanto despreciábamos, porque el
            color blanco no es de los favoritos de Dolores. Desde ese día prometimos


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