Page 63 - Donde vive la imaginación
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Pasaron los días. Escarbé en cada uno de los rincones del patio y nada, no
            encontré nada ni joyas ni mucho menos dinero, billetes o monedas de oro.
            Y muy cansado para estar triste, me fui a mi recámara a dormir. En verdad
            tenía mucha ilusión de encontrar ese tesoro. Sería un dinero que ayudaría
            en los gastos de la casa. Esa noche me dormí enojado y más por lo coda
            que era la tía Petra.


            Al otro día me puse a pensar y pensar, sabía que ahora sólo me faltaba
            buscar en cada uno de los rincones de la casa, pero eso sería muy difícil.
            Mamá me verá moviendo cosas sin su permiso, pensé. Entonces se me
            ocurrió un plan: decirle en la cena que había perdido mi cuaderno de
            matemáticas, ella siempre se preocupaba porque estudiara los problemas,
            dice que no los sé hacer, sí sé hacerlos, pero a veces se me olvidan.

            Esperé a la cena para echar andar mi plan.


               —Mamá,  con  todo  esto  de  la  mudanza  —dije  apachurrando  la
                  cara—, cosas por aquí y cosas por allá, no encuentro mi cuaderno
                  de matemáticas y mi maestro me dejó mucha tarea —me rasqué la
                  cabeza, tenía algo de polvo.

               —Necesitas encontrarlo —dijo—, mañana te pones a buscarlo por toda
                  la casa, muchachito —me apuntó con un tenedor.


            Me fui a dormir tranquilo, con el pensamiento de que me pondría a buscar
            con total libertad dentro de la casa. Estaba completamente seguro de que
            iba a encontrar el tesoro de la tía Petra.


            En la cocina moví todo, la mesa, sillas, cajones y…, ni un billete me hallé.
            En la sala, que es muy pequeña, volteé boca abajo un viejo sofá y… ni una
            moneda de oro encontré. De ahí me fui al cuarto de mis padres; debajo de
            la cama, dentro del colchón, en el espejo, nada del tesoro.


            Harto y a punto de hacer berrinche, recordé de inmediato un viejo armario
            que se hallaba en un rincón del cuarto de mis padres. Éste era de llave,
            misma que estaba atorada en el cerrojo desde hacía ya mucho tiempo.


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