Page 64 - Donde vive la imaginación
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Mamá por respeto nunca lo abrió, pero a mí me entró la curiosidad al ser
el único lugar donde no había puesto ojos.
Al abrirlo, una polilla de alas negras salió al vuelo frente a mi cara. Pegué
un grito a la vez que daba manotazos al aire creyendo que la tenía sobre
la cabeza. Luego del susto, en un rinconcito del armario, lleno de polvo y
telarañas, alcancé a ver un cofre de madera.
—¡Sí, lo encontré! —grité sin poder contener mi profunda alegría
después de tanto esfuerzo, pero por mis gritos, mamá entró en la
habitación.
—¿Qué haces en el armario de la tía Petra, Camilo? —me miró,
sorprendida.
Arrojé el cofre al armario y le contesté que andaba buscando mi cuaderno
de matemáticas. Ella se molestó y me dijo que no era correcto andar
buscando en lugares ajenos. Y sí, el armario estaba lleno de vestidos, por lo
que me sugirió buscar en las cajas de la mudanza.
Sin decir nada salí de la habitación y desde mi cuarto me quedé a la espera
de que mamá se fuera para poder entrar por el cofre. Pero de tan cansado
que andaba me quedé dormido al lado de la puerta de mi recámara.
Desperté de un estornudo sin saber cuánto había dormido. Encontré a
mamá en la cocina haciendo unas gorditas de azúcar y en ese momento
aproveché para ir por el cofre. Al estirar la mano para recogerlo, de la
emoción me golpeé en un codo con una de las puertas del armario. Fue tan
fuerte que tuve que aguantarme el dolor.
Ya en mi habitación, con la hinchazón del golpe en mi codo, ardiéndome,
abrí el cofre y me sorprendió con amargura ver que tenía más cartas de
amor. ¡Qué coraje!, dije y lo arrojé contra una pared.
A la mañana siguiente desperté entre nubes de polvo. ¿De dónde saldrá
tanto polvo? Fue ahí cuando noté que, al haber arrojado el cofre a la pared,
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