Page 61 - Donde vive la imaginación
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—Juntos lograremos salir adelante —le susurró al oído.


            Lo que hice fue calmarme, aceptar la idea de esta casa. Por suerte estoy
            de vacaciones y no me preocuparé de una nueva escuela ni de esas cosas.

            Mi mamá arregló muy lindo días después. Colgó macetas con helechos,
            tenía la intención de que el frente se viera agradable y bonito. Mi padre
            consiguió trabajo en una oficina que se dedicaba a la venta de casas o algo
            así, la verdad no entendí muy bien. Con lo que le pagaban podíamos comer,
            claro jamás comparado con lo que antes comprábamos, pero algunas veces
            nos dábamos el lujo de ir a comer en la Taquería Gloria Vázquez que se
            encontraba a unos metros de la casa.

            Un día mientras limpiaba mi cuarto encontré debajo de la cama una caja
            vieja de las Zapaterías 3 Hermanos. Tenía en su interior unas cartas de
            amor de la tía Petra. Enseguida comprendí que el cuarto en el que yo
            dormía fue de ella. He de decirles que a mí ya me caía muy bien, aún
            sin conocerla, sólo por el hecho de haberle regalado esta casa a mi papá.
            Hasta curiosidad sentía de haberla conocido.

            Las cartas de la tía Petra estaban dirigidas a un tal Pedro Rosales quien
            al parecer también era de por estos rumbos, porque en una de ellas se
            quedaban de ver por las noches en la plaza que está a unas cuadras de
            la casa, justo frente al teatro. La verdad, me parecieron muy románticos
            esos encuentros. Yo conocí ese teatro una vez que pasé por allí con mamá
            cuando íbamos rumbo a un mercado.


            Con el permiso que le pedí a la difunta tía Petra, me puse a terminar de leer
            las cartas. Había poemas en letra cursiva que no logré entender, aunque en
            otras se notaba que había mucho amor. Pero hubo una en particular que
            llamó poderosamente mi atención. Era una especie de canción, o eso creía,
            en la que decía lo siguiente:


            “En esta casa vieja lo que hay son mil recuerdos, tan valiosos como el
            dinero que guardo con recelo; rasca con cuidado que el salitre cae en tus
            manos y así sucias no las cierres, que la riqueza así te quiere”.


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