Page 118 - Los objetos del poder
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Inhaló profundo y gritó con toda la fuerza que pudo, –yo soy Barto hijo
de Albus y Murta, nacido en los bellos prados de Magna, líder supremo de
la gran alianza, hoy me rindo ante el gran poder del espíritu bondadoso
Aldebarán, uno de los siete espíritus antiguos, hoy, él nos ha derrotado, nos
ha vencido, y acepto esa derrota; me rindo ante él, para salvarlos a todos
ustedes, su poder nos rebasó y superó en todo momento, te ruego glorioso
espíritu, perdones las vidas de todos los que estamos aquí.
La voz de Barto la escucharon todos los guerreros, inclusive los que iban
de camino a los linderos de Magna, mediante portales y viento, la voz se
escuchó fuerte y clara en todas partes donde hubiera soldados de la gran
alianza.
En ese momento la hilera de llamas azules desapareció y sobre la antorcha
que cargaba Barto, cayó mucha agua, comenzó a llover suave y tupidamente
de nuevo, para que ni por error se encendiera todo el combustible, la
temperatura del ambiente regresó a la normalidad, Aldebarán seguía
frente a Barto y le dijo, –muy bien, has tomado una excelente decisión, no
serás recordado por la historia como el emperador que destruyó a todo su
ejército peleando contra nada, sólo lluvia, tierra y viento, si no que serás
quien salvó a todos, peleando contra el poder de un ser extremadamente
fuerte. Pero falta una cosa más, tú les mentiste a todos, revela la verdad, yo
no soy una amenaza para ustedes, nunca destruiré sus pueblos, ciudades
o reinos porque no tengo la necesidad de hacerlo, mi misión es mejorar el
mundo, no destruirlo, dilo ahora a todos.
Barto volvió a respirar hondo para luego gritar, –el poderoso espíritu
Aldebarán no es una amenaza para nadie, jamás destruirá nada que
amemos, queramos o conozcamos, esta guerra finaliza hoy y ahora, siendo
el perdedor el inmenso ejército de la gran alianza y resultando vencedor un
amigo de todos, Aldebarán.
Al decir “un amigo de todos, Aldebarán”, lo hizo con lágrimas en los ojos,
no pudo evitarlas, siempre pudo ser empático y amigo del ser antiguo y
tomó otra decisión, Aldebarán al percatarse de que esas lágrimas eran
verdaderas, le dijo al poseedor del libro antes de esfumarse, –ya te di la
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