Page 124 - Los objetos del poder
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Aldebarán, aunque a veces fuera inoportuno o necio, como en esta
                  ocasión.


                  De pronto las campanas  sonaron sus  melodías, fue anunciada la
                  llegada del rey Pilaf al castillo de Barto, no avisó sobre su venida, así
                  que fue una grata sorpresa para el emperador, haciéndolo pasar de
                  inmediato, Aldebarán no se retiraba del lugar, lo que no le importaba
                  mucho al líder de la gran alianza puesto que nadie podía verlo.


                  Al entrar al recinto donde se encontraba Barto y Aldebarán, Pilaf
                  saludó, abrazó a su amigo y mencionó los motivos de su improvisada
                  visita, –tengo que decirte algo amigo mío; pero Barto interrumpió
                  diciéndole, no te preocupes, fue una sabia decisión no asistir a la
                  guerra, debí abrir mis pensamientos y hacerte caso, pensar más allá
                  de la soberbia. No vengo a hablar ese tema en específico –contestó
                  el soberano de Arabasta, ni a criticar tus acciones, sino a dialogar
                  sobre Aldebarán, que se encuentra allí sentado, señalando una silla
                  amplia y grande de la habitación. Barto se sintió helado, no supo
                  cómo reaccionar, qué decir o hacer, sólo se paralizó, nadie podía
                  ver a Aldebarán como para dar ese dato tan preciso, era totalmente
                  irreal. Aldebarán por su parte saludó, –buen día Pilaf, gusto en verte,
                  esto desconcertó aún más al emperador de la gran alianza.


                  Pilaf continuó, –Aldebarán y yo somos buenos amigos, aunque él
                  pregone que no es amigo de ningún mortal, siéntate Barto te contaré
                  toda nuestra historia. El desconcertado rey seguía consternado y sólo
                  se sentó sin decir una sola palabra.


                  –Cuando me regalaste mi fabulosa pluma y nos hablaste de Aldebarán
                  a todos los reyes, algo dentro de mí me inquietaba en demasía, y no
                  tuve idea de lo que era, sólo sentía algo muy extraño en mi ser, al
                  llegar a mis dominios me dirigí a mis aposentos, la duda me afligía
                  y no me dejaba estar en paz; de pronto de entre mis pensamientos
                  mencioné sin querer una sola palabra, Aldebarán, de inmediato éste
                  apareció dándome un susto tremendo, me explicó la historia que
                  existe entre nosotros y porqué yo puedo verlo e invocarlo, con tan


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