Page 43 - Afuera en lo profundo
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La prueba
Quejarse…, emplear poderosas protecciones,
¿era el medio más seguro? Si lo ponían en práctica no harían
sino agriar mil veces más a un ser, cuyas pasiones eran terribles y
cuya venganza temible. […]. Pero el corazón […]
estaba muy lejos de esta decisión.
Marqués de Sade, Los crímenes del amor
Llegué cinco minutos tarde, así que consecutivamente hice sonar
aquel timbre de sonido destartalado. Me encontraba allí porque
Víctor me había invitado a comer en su departamento, a pesar de
que no llevábamos ni un mes trabajando juntos; cada vez que por
alguna u otra razón coincidíamos en el comedor de la empresa, me
platicaba de su vida, me convencía más y más de que era un hombre
de experiencia. Para mí, era una inspiración oírlo, escuchar que
Víctor lograba todo lo que se proponía, sólo por su determinación,
sin deberle nada a nadie.
De nueva cuenta toqué el timbre y una mujer joven, pero de mirada
cansada, me abrió la puerta. Llevaba un delantal de estampado
sombrío, un bodegón de caza.
—Vengo a…, a ver a Víctor, me…, me invitó a comer, –dije con
atropellos, olvidando presentarme. No sé porqué estar allí, en
casa de mi compañero, me sobrecogía.
La mujer no dijo nada, sólo arqueó una ceja y me dejó pasar. Como
no añadió un sígame o por este lado, lo típico, caminé lentamente
hacia la estancia. Pero nada más di unos cuantos pasos porque
enseguida encontré a Víctor tumbado en el sofá.
Sentí que la mujer pasó tras de mí y alcancé a ver que se metió en
la cocina ajustándose el delantal, como si tuviera una especie de tic
nervioso.
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