Page 45 - Afuera en lo profundo
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—Podría ayudarle con las cervezas, –me ofrecí.
—¿Qué pasó?, –dijo burlonamente, y con rudeza, pero sin dejar
de sonreír, añadió: —No, mi mujer es muy celosa de su cocina.
Tú, –continuó con un tono relajado, ponte cómodo. Hubiera
jurado que esto de ponerme cómodo también era una broma,
pero no había dónde sentarme.
Aproveché que no me miraba, así que le eché un vistazo al
departamento. En algunos lugares había montones de cosas que yo
ya habría aventado a la basura. Tan sólo encima del bufetero había
discos compactos, estuches de maquillaje, libros deshojados, cables
para recargar celulares y el retrato de bodas de mis anfitriones.
Estuve a punto de agarrarlo cuando sentí un retortijón.
—¿Puedo usar tu baño?, –le pregunté a mi compañero.
—Claro, estás en tu casa, –respondió, mas yo esperaba que me
hiciera señas de dónde encontrarlo y, ya que no lo hizo, insistí:
—¿Puedo usar el baño?
—Por supuesto, amigo.
—Y, ¿dónde está?
—Espérame, ahorita te muestro, –dijo sin despegar los ojos del
partido. Desde luego, todo me parecía cada vez más confuso.
Así que yo mismo me apresuré a buscar el baño. Quizá se
trataba de un juego, quizá me encontraba a prueba, hallé lo
que buscaba en la tercera puerta que abrí, tuve la sensación
de que me había adentrado en un mundo subterráneo, de
una oscuridad tan densa como el olor a cloro que allí se había
encerrado. Al tanteo, busqué el interruptor para encender la
luz, justo cuando lo había encontrado, a lo lejos Víctor gritó:
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