Page 41 - Topiltzin El pequeño Quetzalcóatl
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Después, se introdujo al fondo de la oscura cueva, permaneció en
            su interior por un tiempo, parecía que hablaba con los ancestros,
            cuando salió su rostro se veía sereno.

            Sacó de su morral una púa de maguey que había cortado en el
            camino, la ofrendó, se pinchó la oreja y una pierna, con su sangre
            bendijo aquel lugar:


               —De aquí en adelante, la única ofrenda que se les dará a nuestros
                  padres y madres creadores serán flores, mariposas, pájaros y
                  serpientes, ya que no piden más sacrificio que la penitencia de
                  nuestros corazones.

            Le dio un kangandho, la piedra verde sagrada a Mahetsi, quien se
            encontraba sentada junto a él.


               —Es el chalchihuite, tan precioso como tú, la piedra verde de la
                  vida, símbolo de la regeneración vegetal, del florecimiento de
                  la vida. Te pido que siempre lo lleves cerca de tu corazón, para
                  que nunca me olvides.


            Parecían dos palomitas acurrucadas en la inmensidad de esa cueva,
            Mahetsi le tomó la mano y tímidamente le dio un beso en la mejilla,
            Topiltzin le respondió de la misma manera.


            Estoy seguro de que para ambos fue su primer beso, me sentí
            incomodo, así que los dejé solos. Mientras abonaba la tierra debajo
            de un mezquite observé a un grupo de cazadores dirigirse a la cueva.
            Corrí rápidamente para advertirles del peligro, ambos traían una
            inmensa sonrisa, sus labios estaban rojos como tunas.


            Les dije que yo no tenía problema con ello, pero él tenía que pedirle
            permiso a mis padres, como era la tradición, a lo que él asintió con
            la cabeza.







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