Page 59 - De este mundo... y del otro
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En otra ocasión, una sobrina y su esposo nos fueron a buscar a la casa,
            desafortunadamente  en ese momento no estábamos, por lo que nos
            llamaron por teléfono, lo curioso es que ellos nos comentaban muy seguros,
            que sabían que íbamos a regresar rápido, y pues, nuestras intenciones no
            eran esas, pero ante esa seguridad, les pregunté cuál era la razón por la que
            lo decían, entonces ellos me dijeron: —es que estamos viendo a una niña
            adentro de tu casa, se asoma por la ventana de tu recámara. Sin embargo,
            la casa estaba vacía.


            No obstante, la manifestación más fuerte, fue una ocasión en que otra de
            mis hijas que vive con su familia en una comunidad distante, había salido
            hacia la ciudad para ir al doctor, se sentía muy mal, así que muy temprano
            salió de su casa, dejando a sus pequeñas hijas con su esposo, llegó después
            del mediodía a la clínica y…, mientras tramitó su consulta, esperó su turno,
            entró al doctor e hizo fila para la farmacia, pues se le fue todo el día, así
            que llegó a la casa para pasar la noche con nosotros; después de merendar,
            todos nos fuimos a dormir, ella se fue a la recámara de en medio, que es a
            la que llega cuando nos visita y lo que sucedió fue escalofriante.


            Sucede que, por su cansancio, se quedó rápidamente dormida, descansaba
            sobre  su costado  derecho, y después de  la  medianoche, entre  sueños,
            empezó a escuchar una vocecita que le decía: —¡mamá!, ¡mamita! ¡tengo
            frío! Y…, en una reacción de madre, aunque sentía haber escuchado la
            voz muy, muy  lejos, adormilada dijo: —vente  para  acá, al tiempo  que
            levantaba las cobijas para que la niña entrara en su regazo.


            Así, sintió como una pequeña se incorporó desde su espalda, la brincó
            llegando al frente y se metió a la cama, inmediatamente la sintió helada,
            así que la cobijó, la acercó a su cuerpo y la abrazó para calentarla, pero la
            niña estaba sumamente fría, por lo que, de nuevo se dirigió a ella diciendo:
            —Mete tus piernitas entre las mías, para que te calientes. En el momento
            que levantó una pierna, sintió como la niña se acomodaba más cerca de
            ella, pero el cuerpecito helado no se calentaba.


            En ese instante, fue ella la que se puso helada al recordar que estaba sola
            en la recámara, que sus hijas se habían quedado con su esposo, por lo


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