Page 117 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Lo que bien se aprende...
¡Qué alegre y fresca la mañanita!
¡Me agarra el aire por la nariz...!
¡Los perros ladran, un niño grita
y una muchacha gorda y bonita
sobre una piedra muele maíz...!
¿Qué mejores etapas de la vida para memorizar todo, que la infancia
y la preadolescencia? ¿Y qué mejor recurso para que esto suceda, que la
rima?
Y no es que considere que la memorización machacona de nombres,
fechas, lugares, etc., sea un método infalible para obtener cultura. La
moderna didáctica nos ha demostrado que el análisis y razonamiento
colectivo de hechos y sucesos de toda índole puede ser, con su dinamismo
y acción bien encauzada por un maestro versado en estas lides, de mucho
más provecho para el desarrollo del pensamiento lógico de los alumnos
de todos los niveles.
Pero yo me atrevo a insistir que lo cualitativo, todo aquello que recrea
nuestros sentidos, que nos emociona, que nos conmueve, que nos alegra
la vida y, por tanto, que nuestra memoria tiende a retener para siempre,
nos llegó a través de la literatura; bien en forma de una narración oral, o
la lectura de un cuento, de una historia, pero sobre todo, de una rima, de
un verso que por su vocabulario y su ritmo nos hubieran conmovido en su
momento, si se trataba de una composición épica, que exaltara la figura de
un héroe o una hazaña bélica en la que la razón saliera triunfante.
Aquí hago un paréntesis porque muchas veces pensamos, o se piensa, que
este tipo de poemas forzosamente tienen que ser muy largos para llegar a
emocionar, y no es así.
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