Page 120 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Los  chamacos  mientras  tanto  pululábamos  a  su  alrededor  ejecutando
            algunos de los juegos tradicionales de entonces, o haciendo la tarea en la
            mesa de comer de nuestros respectivos domicilios.


            Los viernes por la noche se jugaba la lotería mexicana del ki-sinito, o la
            campechana, pues teníamos vecinas que eran oriundas del hermano estado
            de Campeche y tenían todo lo necesario.


            Las novenas a los santos patronos abundaban. Era raro el mes que no
            hubiera un ciclo de novenas por el rumbo.

            En  lo  particular,  mi  familia  fue  siempre  respetuosa  de  todos  los  cultos
            religiosos, aunque no profesaran ninguno. Eran libres pensadores, y así eran
            respetados a su vez. Tal vez por eso, cuando alguna vecina nos invitaba a su
            novenario, mi mamá colaboraba llevándoles una buena dotación de velas
            y veladoras que compraba con su hermano Álvaro López (el tío Balucho),
            que tenía una pequeña fábrica de estos artículos, los que luego expendía en
            su puesto del mercado municipal, denominado “El Rey TutulXiu”.


            Otras veces el donativo consistía en una enorme olla de tamalitos, o de
            arroz con leche con su canelita..., en fin, que las vecinas también rogaban
            por nosotros.


            Todos estos recuerdos afloraron en esa grata visita de mis antiguas amigas,
            tan longevas como yo misma, pero tan llenas ambas de ganas de seguir
            viviendo y aportando a la sociedad.

            En un momento dado de la conversación me levanté y traje de la cocina,
            con mucho orgullo, dos piezas de la batería de mi madre que he querido
            conservar,  aunque  ahora  sólo  sean  piezas  de  museo.  Se  trata  de  dos
            curiosas ollitas de aluminio alemán de aquel antiguo, que no se hacían
            yarach con facilidad; ambas son de asa y con capacidad para una ración
            bien colmada de cualquier tipo de guiso, sobretodo de caldo, o bien, para
            transportar algún tipo de atole, como el de maíz nuevo, o el tanchucuá.
            Podían también contener una porción de crema española..., en fin, que yo
            veía que iban y venían constantemente de las diferentes casas del rumbo,
            siendo por lo general yo misma quien las transportaba.


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