Page 122 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Lógica infantil
Cuando el taxi que me había conducido hasta la dirección que le
indiqué se detuvo, no me imaginaba lo bien que iba a pasar las siguientes
horas.
Me habían invitado a almorzar unos amigos a su domicilio, por ser su
aniversario de bodas.
Son de esos viejos amigos que la vida nos regala, tan sólo para saber que
hemos tenido una existencia plena; que todas las edades de nuestra vida
estuvieron representadas por momentos gratos, más que ingratos, y que
existen testigos para corroborarlo.
Esos son ellos, nuestros contemporáneos los que, al igual que nosotros,
gozaron, sufrieron, disfrutaron de las delicias y los sinsabores de nuestra ya
lejana juventud y que; sin embargo, salimos indemnes de esa etapa y con
la frente muy alta, después de haber vencido a nuestros propios demonios.
En la actualidad se nos considera ejemplos de vida sana, para las presentes
generaciones.
Es verdad, nadie es perfecto, pero en el rejuego de los porcentajes, el
grupo al que me refiero, incluyéndome sin rubor, siempre tuvimos puntaje
favorecedor hacia el lado positivo de la existencia.
Después de los parabienes y demás, la tertulia se enfocó a nuestro hábitat
de todos estos años, el barrio de Santiago, por lo que fue éste el tema de la
sobremesa.
Se mencionaron lugares, esquinas famosas, nombres de establecimientos,
personajes simbólicos del barrio; no se escatimaron chascarrillos, tampoco
reconocimientos a algunos profesionistas, ahora de renombre, que de
muy jóvenes habían estudiado largas horas de la noche bajo las farolas
de nuestro parque y, a propósito del parque, todos recordamos lo felices
que habíamos sido desde pequeños, como asistentes a su hermosísima
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