Page 119 - El magisterio y la vida en verso y prosa
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Las ollitas




               Con una gran nostalgia, pero al mismo tiempo con auténtica alegría,
            recibí en mi casa, que es la de ustedes, hace unos días a unas antiguas
            amigas, descendientes de una de las familias más cercanas que compartían
            nuestro espacio urbano, vulgo, colonia o barrio, en aquellos lejanísimos
            ayeres en que, tanto ellas como yo, éramos alumnas de la escuela primaria
            Artemio Alpizar Ruz, integrada al Centro Escolar Felipe Carrillo Puerto,
            masacrado por la estulticia municipal.


            Son dos hermanas que, al casarse, se ubicaron con sus respectivas familias
            en rumbos opuestos de la ciudad y en ellos desarrollaron sus vidas que
            fueron, si no felices como en los cuentos de hadas, que tanto nos gustaba
            leer, al menos apacibles.


            Me aseguraron que en sus colonias, su generación, que es la mía, todavía
            pudo  continuar  el  modelo  de  vecindario  que  aprendimos  de  nuestros
            mayores,  esto  es,  la  confianza  y  respeto  entre  nuestros  vecinos.  Siendo
            todos  de  clase  media  baja  nos  identificábamos  plenamente  con  ellos  y
            hacíamos propios los pequeños problemas del diario vivir; por ejemplo, si
            a una vecina se le había olvidado comprar algún ingrediente para el guiso
            que pensaba hacer en un día cualquiera, no tenía reparo alguno en pedirle
            a su vecina más próxima que le prestara, si tenía, algunos tomates, tal vez
            una cabeza de ajo, una bola de achiote, a sabiendas que al día siguiente,
            sin falta, se los devolvería.


            Otra costumbre tradicional era la tertulia nocturna en la puerta de alguna
            de las casas, ya fuera para comentar simplemente los sucesos cotidianos,
            o, cómo andaban de salud cada una de las contertulias, para lo cual se
            intercambiaban  recetas  de  infusiones,  linimentos,  modos  de  sobarse  la
            parte adolorida, etc. Cada vecina aportaba algo de su experiencia propia
            en esas lides y, con seguridad, las dolientes se iban reconfortadas.









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